viernes, 27 de febrero de 2009

Tan solo un rayo de sol



Hoy, maldito hoy. Es uno de esos días en los que el mundo se te viene encima, uno de esos días en los que no aguantas toda la presión de tu vida. Miras por la ventana y ves a cientos de personas distintas, con vidas distintas, sin saber en lo que estarán pensando, pero estás segura de que están en mejores condiciones que tú. Y es entonces que deseas salir corriendo, no importa a dónde, sólo correr...mirando hacia el frente, hacia el horizonte, intentando alcanzarlo mientras con cada zancada te olvidas de todo lo que te aprieta el corazón. Pero te das cuenta de que es imposible, no tienes edad, medios ni fuerzas para dejarlo todo atrás y no te queda otra que aguantar unos años más.
Sin ganas, aparentando que nada te importa, que el gris del cielo no te entristece, que tu futuro inseguro no se te echa encima haciéndote cada vez más pequeña, sales a la calle en busca de sosiego. Pero es una farsa. En el fondo todo te cala dentro, el gris del cielo te consume la alegría y ves llegar tu futuro a una velocidad de vértigo mientras sientes que no puedes hacer nada para frenarle e intentar cambiarlo.
Como último recurso te colocas los cascos en las orejas para evadirte un poco del mundo, pero contra todo pronóstico eliges una canción que hacía mucho tiempo que no escuchabas, que creíste haber olvidado, pero no es así, te acuerdas de ella de principio a fin. Casualmente es la canción más deprimente de tu mp3, pero qué importa, con ella te sientes identificada y te gusta andar al ritmo que marcan sus tristes notas.
Escuchando la misma melodía una y otra vez, das vueltas por el barrio, recorriendo los mismos rincones de siempre, observando las caras de la gente con la que te cruzas...¡qué sorpresa! También son las mismas de siempre. Este sentimiento de aburrimiento y monotonía no ayuda a que te sientas mejor, así que ya, completamente hundida decides volver a casa. En la calle no hay nada para ti.
Subes al ascensor y te miras al espejo durante el trayecto de éste hasta tu piso. ¿Qué cara es esa? Ni tu misma te reconoces en el espejo, te ves rara, quizá fea, demasiado normal...marchita.
Cuando por fin entras a casa vas directa a tu habitación. Esperanzada, coges el móvil y lo observas durante unos segundos. ¡Un mensaje! ¿Será posible que algo vaya a cambiar, por pequeño que sea? Era de esperar, los únicos que se interesan en ti son las otras compañías telefónicas, era un mensaje de información.
Tras la decepción en el móvil decides probar suerte en el ordenador, pero tampoco. Nadie interesante conectado, ningún mensaje nuevo en el correo electrónico...
Te asomas por la ventana de nuevo, ¿pero qué ves? De noche, las 7 y media y ya es de noche. Sucumbes a una nueva oleada de depresión por lo que, ya cansada de todo, te acercas a la nevera y coges lo primero que encuentras, no importa cuánto engorde, y te lo comes. Seguidamente después te metes a la cama e intentas dormir, no tiene sentido alargar más este día.


Las 7 de la mañana, acaba de sonar el despertador, inocentemente mantienes la esperanza de que la amargura del día anterior haya desaparecido. Te lavas, te vistes, desayunas y sales a la calle de nuevo camino del instituto. No puede ser, el mismo gris del día anterior se ha instalado en el cielo, aparentemente para quedarse un buen tiempo, además esta vez viene acompañado por el viento y el frío...Empieza bien el día. Llegas a clase y por primera vez en todo el curso, la profesora de física llega puntual. Minuto tras minuto...miras el reloj pero el tiempo parece haberse parado.
Después de 3 largas horas escuchando a viejos profesores hablar sobre temas completamente distintos, pero igual de aburridos, llega la hora del recreo. Un respiro quizá...
Abres la pesada puerte de salida del instituto y haces un gesto porque el sol te molesta en la cara. Sigues andando y...Espera, ¿el sol? ¡Sí, es el sol! Semanas sin ver sus rayos pero por fin ha vuelto. De repente, una energía que ayer creías haber perdido para siempre, vuelve a inundar cada centímetro de tu cuerpo y una sonrisa comienza a dibujarse en tu cara. Algo más alegre, levantas la vista y contemplas a tu grupo de amigos llamándote con la mano. La sonrisa antes tímida, ahora sale radiante, parece que has olvidado toda la tristeza de ayer.

Las siguientes horas se te pasan volando, entre risas y planes para esta tarde. Sin darte cuenta ya son las 2, toca volver a casa. El sol vuelve a calentar tu piel por el camino, entras, coges el ascensor y a diferencia de ayer, hoy te ves genial, ¿será la sonrisa? Quién sabe...De nuevo llegas a tu habitación, vuelves a coger el móvil. Dos llamadas perdidas...¿Telefónica? ¡No! Es él...llevabas meses esperando esa llamada y al fin había llegado. ¿Puedes pedirle algo más al día?
No, ha sido fantástico.
En todas las vidas hay días malos...también días peores, pero gracias a esos días somos capaces de apreciar los mejores, que tarde o temprano siempre llegan. Aprende a convivir con la tristeza pues ella te guiará a la alegría.

martes, 24 de febrero de 2009

Imposible...pero ¿por qué?

Salió corriendo lo más rápido que pudo, sin una dirección, sin un sentido, solo con el objetivo de escapar de allí, o más bien, de escapar de todo y de todos. Quería esconderse en su rincón favorito del valle y no salir nunca más de ahí. Cuando llegó se sentó en el suelo con la cabeza entre las manos y echa un lío.
Acababa de recibir la noticia, imposible y confusa noticia. Habían pasado ya 4 años desde la primera vez que se vieron, 2 años desde la primera vez que se besaron...y a penas unos minutos desde su última caricia. "Imposible, imposible, imposible" era la palabra que se repetía en su mente una y otra vez. ¿Cómo podía el resto del mundo permitir que ocurriera? ¿Cómo no lo pararon antes de que empezara? ¿Cómo dejaron que se enamoraran hasta tal punto?...Carecía de toda lógica y ella no paraba buscar soluciones idiotas para este problema. No era una broma, no era una estrategia, no era nada más y nada menos que la verdad. Él, aquel ser tan inmensamente especial, único en el mundo para ella, su perfecta mitad. Habían pasado tantos momentos juntos, buenos y malos. Tanta felicidad. Fue el primero en hacerle ver la mejor parte de la vida, el primero en rozarla con ese cariño indescriptible, el primero en besarla, el primero en cuidarla por encima de todo lo demás...
Qué importaba, todo eso ya había quedado atrás, nunca más volvería, aunque el último de esos instantes hubiera ocurrido hace tan poco. Ante este pensamiento las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, al principio tímidamente, para después convertirse en un llanto incesante.
Minutos después alguien se paró delante de ella, observándola desde arriba. No había pensado que él conocía aquel sitio y sabía cuánto le gustaba. Debería haber sabido que el primer lugar donde buscaría sería allí.
-Hola...hermano.- dijo ella con la voz resquebrajada, sin levantar a penas la cabeza, pues sabía perfectamente quién se encontraba delante.

¿Hermano? Ella no era la única afectada, él tampoco podía creerse que fuera verdad. Hermanos...después de todo lo que habían vivido y todo lo que habían planeado para su futuro juntos. Era increíble. Tampoco se explicaba cómo todo el mundo pudo ocultarles el secreto de que eran familia, hermanos para ser más exactos. ¿Qué pensarían de ellos? Seguramente a muchos les darían asco, al fin y al cabo, aunque ellos no lo conocieran hasta ahora, era un incesto en toda regla. Después de superar, en parte, la conmoción ante el "hermano" pronunciado por ella, el chico la miró y un nuevo sentimiento de espanto recorrió cada nervio de su cuerpo. La cara de su niña, su pequeña, sucia por las lágrimas y rota de dolor, se le clavó en el pecho y de ahí a la mente, proyectándose una y otra vez. Pero en esta ocasión no fue conmoción lo que provocó, sino lucidez. Salió de su estado apartado del mundo y se agachó para sacar a la chica del suyo. Le cogió la cara suavemente con sus manos y la miró profundamente, con una chispa en los ojos.
Ella conocía esa mirada, era la que solía poner cuando se le había ocurrido una de sus geniales ideas con las que siempre lograba solucionarlo todo, aunque ¿tendría solución esta vez?
- ¿Qué? ¿Qué estás mirando? No podrás cambiar nada, no en esta ocasión. Sé que siempre tienes la solución a todos los problemas, es una de las razones por las que te odiaba al principio. - dijo ella con una medio sonrisa en los lavios al recordar aquel pasado ahora tan lejano. - Pero esta vez es distinto.- y borró ese efímero proyecto de sonrisa. - Somos lo que somos, y es inevitable, nos guste o no, a mí personalmente no me gusta mucho la idea, la verdad.
Ahora fuel el chico el que sonrió, ahí estaba su chica, la niñata chistosa que tanto quería.
- No quiero cambiar lo que somos. Aunque pudiera no lo haría, porque en cierto modo, ahora estamos aquí, juntos, gracias a lo que somos. De otra manera seguramente ni nos hubiéramos conocido.
- Tsss...-fue lo único que contestó ella tras la explicación del chico. No sabía qué hubiera sido mejor, ya no sabía nada.
- Lo que voy a hacer va a ser seguir como antes.
- No podemos seguir como antes, ¿no lo entiendes? - gritó ella desesperada, levantándose del suelo y dando vueltas en el sitio mientras lloraba.
-¿Por qué no? - dijo él serio, levantándose también.
¿Por qué no? Cómo que por qué no...Pues porque no, porque, porque, porque...No encontró una razón que darle así que solo esperó a que él prosiguiera.
- ¿Ves? No hay nada que nos lo impida. El único problema sería la gente, pero piénsalo, si nadie nos ha dicho nada hasta ahora será que no les importa, ¿no? Si hubieran tenido algún problema nos lo habría prohibido desde que empezamos.
- Eso es verdad. - susurró ella. Las lágrimas caían cada vez con menor intensidad.
- Yo solo quiero estar contigo, me da igual quienes fueran nuestros padres, ellos ya no están aquí, y de hecho, nunca han estado. Tú eres lo único que de verdad merece la pena en mi vida y si ahora te pierdo me pierdo a mí mismo. Por favor, dime, ¿estás conmigo?
Ella se quedó callada unos segundos, eternos para él, quien ya se temía lo peor.
- Sí, ahora y siempre, hasta el final del mundo.
Y él la abrazó más fuerte que nunca, con seguridad, sin miedo.
Y ella se sintió protegida una vez más. En su rincón favorito del valle, con su persona favorita del mundo.

martes, 10 de febrero de 2009

Odio a primera vista

Había oído que existía gente que se enamoraba de una persona en el mismo momento en que se cruzan. Había oído que un torrente de sentimientos podían abordarte en apenas unos segundos haciéndote jurar que pertenecías a aquella persona para siempre. Lo llamaban amor a primera vista. Yo no puedo decir si existe realmente o no, no sé si sería capaz de amar tantísimo a alguien en tan poco tiempo, pero de lo que sí que estoy al cien por cien segura es del odio a primera vista. Fue verle, cruzar una simple mirada con él en el momento en que nos presentaron, y saber que le odiaba y que le odiaría, que nunca podría estar cerca de él, que nunca aguantaría su mera presencia, tan aparentemente sociable y falsamente perfecta. El torrente de sentimientos que recorrió mi ser no fue de pasión y amor infinito, sino de rabia y odio absoluto. ¿Era eso normal? No lo creo, pero si existe el amor a primera vista, el odio tenía que existir también. No hay dulce sin salado, bien sin mal, y por lo tanto amor sin odio, así que era perfectamente posible. Lo peor era que no sabría si sería capaz de controlarme, ¿qué pasaría cuando volviera a verle? Algo muy dentro de mí me decía que debía acabar con él, que no podría vivir tranquila mientras él siguiera respirando, y esa voz de mi interior se hacía cada vez más fuerte, más intensa y sobretodo más violenta. Estaba llegando a asustarme, pero la culpa de todo la tenía aquel estúpido chico, todo esto acabaría en el momento en que su corta y miserable vida acabara también. Estaba decidido, me dejaría llevar por mis instintos (si eso era lo que eran), hasta ahora no me habían fallado, además ya había matado a otros antes, aunque nunca había tenido esta necesidad de hacerlo, necesidad igual que la de la comida o el agua. Era él o yo, y obviamente yo tenía preferencia.

lunes, 2 de febrero de 2009

Terroríficamente hermosa

La inmensa claridad que anteriormente ocultaba la escena se fue disipando poco a poco, dejando entreverse las esbeltas líneas de su cuerpo. Cuando no quedó ni un solo haz de luz, la luxia desplegó las alas, mostrándole a su compañero todo su esplendor. Él la observaba atónito, con los ojos como platos y los labios entreabiertos en una mueca de admiración hacia aquella figura de piel blanca como la nieve y pupilas de un negro infinito. Cada tramo de su cuerpo era perfecto, mágico. Tenía una majestuosidad especial, desde el vértice que se formaba en su larga cola hasta la última llama de fuego que formaba su cabello, pasando por todo su cuerpo, adornado con tiras de tela de color rojo anaranjado, a juego con su larga melena.
Era tan hermosa, tan inmensamente hermosa...El joven no podía comprender por qué todos la temían, por qué todos querían destruirla a cualquier precio. Tras ese instante de reflexión, se dio cuenta de algo que de algún modo siempre supo que acabaría prometiendo, aunque no lo había sentido hasta ahora. Protegería a aquel ser aunque gastase la vida en ello, fuera quien fuera el que intentase acabar con ella. De ningún modo podía permitir que dejase de existir.
Entonces la luxia le miró fijamente a los ojos, aquel negro penetrante se le marcó en el alma, y supo que ella podía escuchar sus pensamientos, que había oído su juramento. Él la miró algo sonrojado, pero lleno de valentía, y a esa mirada ella respondió con un tenue parpadeo y una media sonrisa. Aquel gesto transmitió más que cualquier cosa que pudiera haberle dicho, estaba cargado de sinceridad y gratitud. En ese momento, y rompiendo la conmoción del joven guerrero, la criatura separó los labios, enseñando los dientes, y con elegancia abrió la boca emitiendo un estruendoso rugido que hizo temblar el suelo. Él se quedó petrificado, pero no retrocedió, por fin comprendió el temor de todos los demás: imagen de una pesadilla, ángel caído, demonio reencarnado...había muchas formas, y sí, era todas esas cosas, incluso a él también le parecía terrorífica...terroríficamente hermosa.