jueves, 29 de enero de 2009

Una vez más...Adiós

Por fin viernes, había llegado ese tan esperado fin de semana en que volvería a verlo. La chica estaba tan emocionada que a penas pudo concentrarse en su última clase, en el instituto. A medida que los minutos pasaban y se iba acercando la hora de verle, más lento se le pasaba el tiempo y más mariposas revoloteaban en su barriga.
Las 3 y media, ¿por qué tardaba tanto? En ese momento lo que más temía era recibir su llamada diciendo que no iría a comer o, peor aún, que no podría ir esa semana.
Entonces sonó el telefonillo. Sí, era él, no cabía duda, ¿quién si no? Corrió a toda velocidad hacia la puerta.
-¿Si?- preguntó como si no se esperara que fuera él.
-Soy yo
El mayor deseo de la chica se confirmó y con el corazón a mil por hora presionó el botón de abierto.
Ya estaba ahí, subiendo las escaleras, dirigiéndose hacia ella por primera vez en mucho tiempo. No cabía en sí de alegría y ansiedad. Abrió la puerta de su casa y esperó a oír el sonido del ascensor al abrirse en su piso. Cuando lo escuchó salió volando y se tiró a los brazos de él. Le abrazó como si fuera un tesoro perdido y recién encontrado, y después le beso suave y tiernamente en los labios...como aquella hermosa primera vez. Cuando se separaron, quedaron mirándose a los ojos, como si el otro fuera lo único que existía en el mundo.
-Te he echado de menos - le susuró el chico muy despacio, mientras dibujaba una pequeña sonrisa llena de cariño.
Ante esa simple, pero a la vez tan significativa frase, los ojos de ella se empañaron y volvió a abrazarlo fuertemente, con miedo de perderlo de nuevo.
-Yo también, creeme, yo también... - le contestó en otro susurro.




Y así, entre unas cosas y otras, entre unas caricias y otras, llegó el domingo...temido y odiado domingo. Esa había sido la última noche que pasarían juntos hasta dentro de mucho más tiempo y el dolor que causaba se notaba en el ambiente, sobre todo en la forma de actuar de la chica, quien llegaba a pensar a veces que a él no le importaba, que estaba con ella por entretenimiento, sí, la quería, ¿pero hasta qué punto? se preguntaba. Entre esos pensamientos y la marcha inminente de su amor, ella no parecía ella. Estaba marchita, triste y sentía impotencia por no poder parar el tiempo.
-¿Qué pasa, pequeña?- Le preguntó él al ver su estado de animo.
-Nada...- Contestó ella, avergonzada por su comportamiento.
-¿Segura? Te veo mal. - Insitió.
-Sí, sí. Es solo que estoy algo cansada - Y simuló un bostezo bastante real.


Las 7 de la tarde. ¿Cuánto les quedaba? ¿Media hora juntos quizá? En todo el día él no había mostrado signos de dolor por tener que dejarla ni habían hecho nada especial como despedida.
Cuando el chico terminó de preparar sus cosas, cogió las mochilas y se dispuso a abandonar la casa.
-¿Me acompañas? - Le propuso él con una sonrisa.
Increíble, ¿cómo podía sonreír en ese momento? La joven no entendía nada, y lo que es más, le dolía, le dolía muy dentro de sí misma, como agujas clavándose en cada uno de sus nervios.
-Claro. - Contestó con un hilo de voz.
Cuando ya estaban en la calle, él entró en su coche, y como siempre, como en cada una de sus despedidas, ella se agachó para besarle antes de que cerrara la puerta y marchara. Pero esta vez fue diferente, en lugar del apasionado beso que solía recibir, obtuvo un rechazo por parte de él, O al menos eso pensó al principio. El chico le tomó la cabeza por los lados, hizo que se agachara hasta estar a su altura, y como a una pieza de porcelana le besó la frente. Ella se quedó petrificada, no era lo que esperaba, ni mucho menos, había sido mejor. Sí, no fue un beso espectacular, de esos de película, pero fue único. Transmitió tanto amor que la piel de sus brazos se le erizó. Con ese beso le había demostrado que era algo más que un entretenimiento, como ella a veces pensaba. Lehabía demostrado que no quería que se fuera nunca de su lado, que siempre podría contar con él, que cuidaría de ella siempre...que la quería más que a nada en el mundo.

-Ahora sí, ¿qué te pasa? Y no me digas que nada porque te conozco.
-Pero esque no me pasa nada, al menos nada importante, o mejor dicho, nada que tenga arreglo.
-Venga cuéntamelo, no puedo verte mal.
Parecía sincero en su afirmación así que ella obvió la vergüenza que sentía por su comportamiento y le contestó.
-Es solo que...
-¿Qué?- Volvió a preguntar él intentando asegurarle su confianza.
-No quiero que te vayas.
Él la miró fijamente.
-Te quiero. En serio que te quiero. No sé lo que se pasará por tu cabeza, pero es la verdad. Te quiero mucho más de lo que tú te piensas.
Entonces el chico la apartó con un empujoncito de la puerta del coche.
-Por favor, no te vayas...- Dijo ella con lágrimas haciendo brillar sus ojos.
- Debo hacerlo, pero sabes que vuelvo. Por muy lejos que me vaya siempre vuelvo.
Y dedicándole la última sonrisa a su chica, cerró la puerta y se fue.
Ella se quedó quieta, al borde de la carretera, viendo como se alejaba .
- Te vas, y vuelves...pero te vas de nuevo. - Dijo la chica entre suspiros. Sí, estaba feliz por lo ocurrido minutos atrás, todas sus dudas se habían despejado, pero eso no cambiaba el hecho de que lo que más necesitaba en el mundo se marchaba.

miércoles, 28 de enero de 2009

El primer llanto...

Aquí empieza todo, como siempre, con el primer llanto.
Y esque tarde o temprano todo lo que de verdad te importa acaba sacando alguna lágrima de tus ojos, aunque se resista a salir mientras se esconde tímidamente detrás de los párpados. Por pequeña que sea siempre habrá una lágrima que desencadene el llanto.
Claro está que no tienen que ser llantos de tristeza por regla general. Existen miles de llantos distintos: el llanto de la rabia, el del dolor, el de la nostalgia, el de un buen recuerdo, el de risa...
Decenas de ellos esperando su oportunidad para resbalar por nuestras mejillas.
¿Nos gusta llorar? ¿No nos gusta?
Bueno, pues sea cuál sea, la respuesta no importa. Nos guste o no tenemos que convivir con ellos porque son parte de nosotros, sentimientos que no han encontrado mejor forma de salir, y queramos o no nos van a perseguir toda la vida.
Mi postura es sencilla, he optado por la resignación al llanto. Pero no siempre es fácil expresarlo con lágrimas, por eso he creado este blog, para poder plasmar aquí todos y cada uno de mis llantos, todos y cada uno de los momentos importantes de mi vida, y, ¿por qué no?, para desahogarme haciendo lo que más me gusta, escribir.