La luz rosácea de los primeros rayos de sol teñía el cielo color violeta y una ligera brisa mañanera revolvía el cabello corto de los chicos, aunque no el de la joven, quien llevaba su media melena negra recogida en una coleta en lo alto de la cabeza. Estaban preparados. Sus bolsas y mochilas iban cargadas hasta el último centímetro con ropa, medicinas, agua potable y algo de comida por si surgían imprevistos. Además de eso, los tres llevaban encima sus armas: Saul sus dagas, colgadas de un cinturón a ambos lados de las caderas; Ciros su característico arco largo, colocado a su espalda junto con el carcaj lleno de flechas; y Lunnei su peculiar espada a la cintura (más similar a un sable, de filo fino y largo), con la que había aprendido a luchar durante toda su vida, junto a Dailor. Esta arma tenía una pequeña inscripción en el mango, dorada y brillante, tanto que no pasó desapercibida para sus compañeros.
-¿Qué es lo que pone ahí?-le preguntó Saul el día anterior, mientras preparaban sus cosas.
-¿Eh? ¿Dónde?- se hizo la remolona, no le apetecía nada volver a hablar de su pasado con el malvado mago, y la espada estaba muy relacionada.
-Ahí, en la empuñadura de tu sable.-replico el chico, al darse cuenta del mal-fingido disimulo de ella. –Hay algo escrito en una lengua que no comprendo, aunque tiene unos trazos hermosos.
-¡Ah! Esto…-volvió a hacer como si no se hubiera dado cuenta de a lo que se refería Saul. –No es más que una pequeña frasecilla en évilo.
-En évilo, claro… ¿y eso qué es?-insistió el pelirrojo.
- El évilo es una antigua lengua utilizada en tiempos de guerra, hace muchos años. Su creador fue un mago llamado Evia, de ahí que sea conocida como évilo. Evia quería una lengua que se hablara en todo el mundo, un idioma universal, de todos y para todos, algo con lo que pudiésemos entendernos fuera cual fuese nuestra procedencia.
-¿Y qué ocurrió con ella?- preguntó esta vez curioso.
-Desapareció. –habló cortante la chica.- unos cien años después de su aparición se descubrió que Evia era en realidad un practicante de las artes oscuras que quería hacerse con el gobierno de los cuatro reinos.
-Eso me suena…-contestó el joven con ironía.
-En efecto, Dailor se propone lo mismo. Es más, la inscripción está en évilo porque Dailor ha adoptado esta lengua como sagrada. La utiliza para sus proclamaciones de nuevos guerreros, sus rituales y sus hechizos más fuertes, aquellos en los que le es necesario recitar palabras. Pero obviamente la versión que él me dio de lo sucedido con Evia es distinta a la real.
-¿Qué fue lo que te contó ese embustero?
-Bueno, Evia es como el maestro de Dailor. Vivió varios siglos y uno de ellos, el último de su vida, lo dedicó a enseñarle a Dailor todo lo que sabe. Aunque él siempre dice que los conocimientos que le transmitió se trataban de saberes religiosos de la asociación, ahora sé que mentía, todo lo que le enseñó fue la magia negra. Nada de saberes sagrados y divinos, solamente maldad y mil formas de hacer daño a la gente.-Un par de lágrimas se desbordaron de los ojos negros de la chica. No quería hablar de ello, no quería porque sabía que acabaría llorando y se había jurado a sí misma que no volvería a sufrir por aquel desgraciado y que se mantendría fuerte a partir de ahora.
-Está bien, tranquilízate, todo ha pasado ya.-le susurró el joven mientras la estrechaba suavemente entre sus brazos para calmarla. –Ahora estás aquí con nosotros, a salvo, y eso es lo que cuenta.
Minutos después, cuando la chica se hubo consolado, comenzó a contarle lo que significaba la frase.
-En serio, no hace falta que me lo cuentes, era solo curiosidad.-dijo el chico con temor de volver a hacerla llorar.
- No, no me importa, ya que he empezado voy a acabar.
- Como quieras.-la miró algo preocupado.
- Traducido literalmente pone: “y el alma despertó en el cielo claro, para acabar bajo el horizonte, donde no llegasen los rayos del sol”.- recitó ella.
-Es espeluznante.-concluyó el chico fingiendo un escalofrío.
-Sí, puede decirse que sí, nunca me contó lo que significaba, tan solo decía que con el tiempo lo entendería. Ahora creo que se refiere a mí, a mí vida y a mi futuro. Yo soy el alma, nací en un lugar normal, supongo que bajo el seno de una familia alegre y feliz, como cualquier otra, pero él me encontró y quiso convertirme a la magia oscura “donde no llegasen los rayos del sol”.-repitió.
-Tiene sentido, pero ya no importa. Ahora tienes una nueva tarea y un nuevo futuro que se ha abierto hacia ti. Disfrútalo.-exclamó el joven.
La mayoría de las veces era un fastidio, pero había ocasiones en las que Saul parecía completamente maduro y sabio. Parecía una persona diferente completamente a lo que solía ser. Alguien con quien hablar y abrirse tan fácilmente como ocurría con Ciros. Es cierto que esas ocasiones no se repetían muy a menudo, pero a Lunnei le bastaba con saber que existía alguien así dentro de él. A partir de ese momento comenzó a ver a Saul de una manera distinta a la de antes, seguía sin soportar su sonrisa y sus continuos chistes, pero cada vez se llevaba mejor con él y ya no le molestaba su compañía para nada. Empezaban a ser, junto con Ciros, un trío unido.
Los tres amigos se miraron los unos a los otros y una de las grandes sonrisas de Saul indicó que podían comenzar su viaje. Se pusieron en marcha por el camino de arenilla que se abría a través del bosque, justo en frente de la casa. Anduvieron durante horas, se encontraban ya bastante lejos del punto de partida cuando decidieron hacer un alto para comer. Estaban en medio del bosque, así que tendrían que cazar algo si querían alimento porque no debían desaprovechar lo que llevaban en las mochilas, quién sabe cuándo les haría falta.
Después de hablarlo, decidieron ir en dos grupos: uno formado por Ciros y Lunnei, y otro con Saul como único integrante. Tampoco les hacía falta mucha comida ya que tenían planeado llegar a un pueblecito al caer la noche y cenarían allí, así que con algo para saciar el hambre por el momento, valía.
Lunnei y Ciros ya se habían adentrado en la espesura, dejando el camino a un lado y atentos a cualquier movimiento, tanto por si se trataba de su almuerzo como de un animal que quisiera almorzarles a ellos.
Ciros llevaba el arco en las manos y ya iba cargado con una flecha, por si acaso debían actuar rápido. Cosa que agradecieron, ya que una pareja de mapaches saltó frente a ellos desde un árbol. Tanto presas como cazadores se quedaron mirándose unos instantes, unos preparados para huir, otros para atacar. Finalmente fueron los animales los que realizaron el primer movimiento saliendo corriendo de allí, pero Ciros fue más rápido y logró alcanzar a uno con su flecha. El animal herido anduvo unos cuantos pasos más con las últimas fuerzas que le quedaban y cuando no pudo más se desplomó en el suelo.
Lunnei corrió detrás del otro mientras Ciros recogía al animal tendido en el suelo, pero la detuvo.
-Déjalo, con este tenemos bastante. Además, Saul volverá con algo también.
La joven dejó de correr y volvió jadeando al lado de su compañero.
-Me alegro, porque creo que nunca habría alcanzado a ese bicho.-contestó ella.
Ciros sonrió.
-Pues deberás ser más rápida si quieres seguir nuestro ritmo.-dijo el moreno.
La chica se ofendió ante tal reproche.
-No soy tan mala como los dos creéis. ¿A caso piensas que solo estudiaba con Dailor? Me estuvo entrenando tanto con la espada como con la magia. Además tengo la suficiente fuerza y resistencia como para seguiros a ambos.-dijo algo enfadada.
-Está bien, Lun, no quería ofenderte. Confío ciegamente en tus posibilidades, pero tendrás que demostrarnos de lo que eres capaz.
-Tsss…Cuando queráis.-contestó altiva la muchacha.
Ciros volvió a sonreír, pero dejó de seguirle el juego.
-Será mejor que volvamos ya, seguramente Saul esté hambriento.
-¿Y cuándo no?-preguntó con sarcasmo la chica.
Desanduvieron el camino que habían hecho a la ida hasta llegar al punto desde el que partieron, y donde debían encontrarse con Saul. Y efectivamente, ahí estaba el pelirrojo, esperando apoyado en un árbol con un par de perdices en las manos.
-¡Pensaba que no llegaríais nunca!-exclamó
-No seas exagerado, Saul.-contestó la joven sin molestarse. Ya estaba acostumbrada a la actitud de su compañero.
-Era broma, Lun. Yo acabo de llegar.-y esbozó su típica sonrisa-¿Y bien? ¿Cómo os ha ido?
-Tenemos un bichejo de estos-contestó la chica mientras señalaba al animal que portaba Ciros.
-Esos bichejos se llaman mapaches, tonta-replicó el pelirrojo.
-Bueno, cómo sea, donde yo vivía no había. Espero que sepan bien, al menos.-se excusó.
-Vamos a comprobarlo.-sugirió Ciros.
Una hora después ya habían acabado de comer. Recogieron las pieles de los animales y esparcieron por el suelo del bosque los restos de la hoguera que habían hecho para cocinarlos, si la dejaban seguramente atraería a muchos animales al camino que se expondrían a los furtivos que pasaban por ahí. Una cosa era matar por necesidad, otra muy distinta era matar por diversión. Cuando hubieron acabado de arreglar el lugar, Saul guardó sus dos perdices desplumadas en una bolsa, ya que con el mapache cazado por sus dos amigos habían tenido más que de sobra para la comida de los tres.
Continuaron su camino. Minuto tras minuto, hora tras hora, iban atravesando aquel bosque que ha Lunnei se le antojó infinito. Mirara a dónde mirase siempre veía lo mismo: árboles y más árboles. De vez en cuando un animalillo se les cruzaba y les seguía por los laterales del camino, a una distancia prudencial, pero con curiosidad. En cualquier caso el paisaje se le repetía demasiado y estaba empezando a aburrirse, y por consiguiente, a cansarse. Pero no debía demostrar debilidad ante los chicos. Ya pensaban que era incapaz de aguantar su ritmo, no debían saber hasta qué punto se sentía inferior a ellos. Eso sí, en la lucha estaba convencida de poder vencerles.
-¿Queda mucho para llegar al pueblo?-preguntó como si no le importara. Ocultando el cansancio.
-No, mira hacia delante, ¿no ves un claro que se abre a unos pocos metros de aquí?-dijo Ciros.
Ella levantó la cabeza del suelo y al contemplar el frente se sorprendió entrecerrando los ojos para evitar que el sol rojizo del atardecer la deslumbrara. El atardecer…qué rápido pasaba el tiempo. Se notaba cansada, pero apenas se dio cuenta de que habían estado andando tantas horas seguidas. En tal caso, era más resistente de lo que pensaba, y los chicos mucho más de lo que cabía en su cabeza. ¿Qué clases de entrenamientos harían? ¿Cómo conseguían no cansarse? En fin, debería empezar a acostumbrase a andar, el camino hacia el reino del sur iba a ser bastante largo. Al fin consiguió ver el claro que Ciros le había dicho y al fondo también veía figuras borrosas.
-¡Sí! Creo que lo veo.-dijo entusiasmada por la posibilidad de que el descanso llegara pronto.
-Muy bien, pues justo detrás de ese claro se encuentra Endar, el pueblo al que vamos. Si te fijas bien podrás ver algunas de sus torres más altas.
-Sí, algo veo, aunque bastante borroso.
-Tranquila, es normal. Aún está un poco lejos.-anunció el chico.
A Lunnei se le cayó el alma a los pies al oír esa frase.
-¿A sí?-dijo disimulando nuevamente su cansancio.
-Algo, llegaremos en una media hora, cuando la noche sea inminente.-contestó el chico.
Bueno, 30 minutos no era mucho tiempo, podía aguantar hasta entonces.
Tras esa media hora, los jóvenes se adentraron en un valle, al comienzo del cual dos rocas grandes se erguían antinaturalmente, seguramente colocadas ahí por la mano del hombre a modo de puerta. En cada una de ella estaba pintada la palabra “Endar”, es decir, el nombre del pueblo.
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Ups... sorry Usuniss pues te juro q esta entrada ya la había leido y juraría que te había comentado, pero sera q no...
ResponderEliminarjejej
pero olle que la historia esta muy bien, la verdad esq estoy impaciente por que cuelgues la siguiente parte, aunque entiendo que con eso de los examenes y todo no allas tenido mucho tiempo :P a ver si publicas algo más pronto!!!
Un besazo